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Sta. María del silencio
Enséñame a callar

Enséñame ¡oh Madre del Señor! A callar si la caridad va a quedar dañada si hablo.

Enséñame a no hablar nunca mal de nadie, a callar siempre que el hablar sólo traiga crítica destructiva, vergüenza o difamación del hermano.

Enséñame a llevarme unos cuantos secretos a la tumba.

Enséñame a callar cuando mi silencio sea como una fraternal represión, una disconformidad con lo incorrecto, lo deshonesto o lo difamatorio que se está diciendo.

Enséñame a callar lo negativo, lo malo, lo que avergüenza al hermano si hablando falto a la caridad y no defiendo la justicia o al inocente.

Enséñame el silencio de la aceptación interior sin rebelión interior y en la paz del corazón.

Enséñame a callar, a sufrir, a amar y aceptar en el silencio que se confía en Dios.

Enséñame a orar en lo escondido, a dar limosna en lo oculto, a vivir santamente en el decoro del silencio del corazón.

Enséñame a caminar entre silencios, aunque no a solas, sino acompañado del Señor y de los hermanos. Que no olvide nunca que a Dios se va por el hermano y con el hermano.

Enséñame a hacer silencio exterior, pero sobre todo el silencio interior de pensamientos inútiles, ilusiones imaginarias, deseos irrealizables, preocupaciones y agobios excesivos...

Enséñame a cultivar el silencio, fuente de inmensas energías y ambiente necesario para las más arriesgadas decisiones.

Enséñame el silencio para poder entenderme a mí.

Enséñame el silencio para poder escuchar y entender al hermano.

Enséñame el silencio, los desiertos, las pobladas soledades donde únicamente me puedo encontrar con Dios y "conocer a Dios".

Enséñame, oh María, nuestra Señora de los silencios fecundos, un clima de silencio permanente, un silencio tal que me conduzca al monte santo de la contemplación.

Del libro "Cien rostros de María".

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