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Venga a nosotros tu Reino

Estamos viviendo unos angustiosos momentos protagonizados por los territorios civilizados con poblaciones religiosas que desean el reino de Dios para vivir en paz.

Pero parece, que sobre estos sentimientos religiosos, a nivel personal, se traducen en un espíritu de lucha a muerte y desolación guiados por el amor propio, orgullo de raza, intereses económicos y sentimientos de venganza.

Dios es el centro de toda la humanidad. Nos quiere a todos fundidos en un abrazo, está en todos, su Reino quiere alcanzar a todos. Así lo manifestó en esta Semana Santa que acabamos de celebrar, enviando a su Hijo hombre, a nuestro mundo, con cuerpo y voz, para que mejor entendamos en que consiste su Reino.

¡Qué lejos estamos de amar a nuestros enemigos!

Es horroroso el espectáculo que contemplamos cuando hace explosión una bomba terrorista donde saltan por el aire cuerpos destrozados de inocentes hombres, mujeres, niños y ancianos que caminan por la vida en un mundo de paz aparente.

No es menos cruel el misil lanzado desde un sofisticado aparato de guerra que revienta unos edificios donde habitan familias enteras haciendo una vida pacífica y todos sus miembros quedan igualmente destrozados, cubiertos por los escombros de lo que fue su hogar. Millones de personas oramos cada día pidiendo a Dios: "venga a nosotros tu reino".

¿Qué pasa?, ¿es que Dios no escucha, no puede enviarnos su Reino?

Dios no está lejos ni tampoco cerca, está aquí, dentro de nosotros, tratando de que escuchemos su aliento y sintamos el amor que nos tiene, esperando siempre nuestra respuesta.

Hay deseos de Dios que no pueden realizarse si no le prestamos nuestra ayuda. Así de claro, Dios necesita nuestras manos, nuestros corazones, nuestras voluntades para que recibamos su Reino.

La oración del Padrenuestro es muy comprometida, nos la enseñó Jesús, es la oración más hermosa y más completa que conozco.

El Reino que le pedimos es una actitud de paz y amor que debemos poner cada uno de los creyentes como norma de comportamiento social, ésta es la ayuda que Dios necesita de nosotros para que podamos recibir y hacer que el Reino de Dios venga a esta tierra de corazones heridos por el dolor.

Le llevamos en nuestros corazones (Lc 17,21), como una semilla, para descubrirlo necesitamos una actitud despegada de egoísmos y rivalidades, para los humildes es más fácil, porque tienen menos que perder.

"Señor, que recobre la vista.

Jesús le dijo:

Recóbrala, tu fe te ha salvado"(Lc 18,41-42)

Pidamos con la fe del ciego:

"VENGA A NOSOTROS TU REINO"

ADF

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